Este es un período de crisis catastrófica para el capital, pero también es un período en el que los antiguos proyectos programáticos de la clase obrera no se ven por ningún lado. Este hecho ineludible nos obliga a rastrear las discontinuidades entre el pasado y el presente. Comprender lo que distingue a la época actual puede ayudarnos a «enterrar a los muertos» de las revoluciones fallidas del siglo xx y dar eterno reposo a los espíritus errantes que todavía rondan la teoría comunista.
Lo que más está en juego en la periodización es la cuestión de dónde termina el pasado y comienza el presente. Identificar rupturas y discontinuidades históricas nos ayuda a evitar la metafísica implícita en una teoría de la lucha de clases en la que toda especificidad histórica se redujera en definitiva al eterno retorno de lo mismo. Sin embargo, las periodizaciones pueden adoptar muy fácilmente el aspecto de imposiciones arbitrarias de esquemas abstractos sobre la densa trama de la historia en lugar del reconocimiento de auténticas rupturas históricas. Por cada línea de ruptura trazada, puede localizarse algún resto o vestigio de otra época histórica que al parecer refute esa periodización. Entonces, convencidos de que semejantes rupturas proclamadas no pueden poseer una validez absoluta, quizá nos parezca justificado echar mano de la cómoda idea de que nada cambia en realidad. Dado que en este caso es la diferencia aquello a lo que puede oponerse el escéptico, la «ipseidad histórica» adquiere la certidumbre por defecto del sentido común.
Por el contrario, tal vez exista también la tentación de asumir la ruptura con resignación, reconocer la miseria del retroceso, y de regodearnos en el reconocimiento melancólico de la muerte de todo lo bueno que hubo en el pasado, a la vez que mantenemos encendida la llama para su posible retorno. En cualquier caso, viene a ser lo mismo: ya sea como presencia o ausencia, el pasado enmascara la especificidad del presente.
Que una ruptura con lo que algunos han llamado «el viejo movimiento obrero» —o con lo que Théorie Communiste (TC) llama «programatismo» – tuvo lugar hace unos treinta-cuarenta años se nos presenta como algo evidente. Pero no basta con atenerse a la evidencia inmediata de la ruptura histórica. La cuestión es cómo pensar la ruptura sin caer en un esquematismo dogmático y abstracto, o una apelación igualmente dogmática a la experiencia histórica inmediata. Este problema hay que afrontarlo teóricamente, sin embargo, tal vez deberíamos desconfiar de abandonar la perspectiva parcial del presente, de este lado de la ruptura, de lanzarnos demasiado rápidamente hacia la perspectiva universalizador de un esquema histórico que pretendiera hacer abstracción de perspectivas particulares.
Para nosotros, la periodización de la TC ha sido de una importancia central para afrontar el carácter de la relación de clase capitalista tal como existe, no metafísica sino históricamente. Su división de la historia de la sociedad capitalista en fases de subsunción ha demostrado ser útil para identificar cambios reales en el carácter de la relación de clase capitalista. Y aunque quizá parezca a menudo precisamente como el tipo de esquema abstracto que deberíamos tratar de evitar, la periodización de TC es menos la de una inteligencia desinteresada que hace encajar cada dato histórico en su recipiente taxonómico arbitrario que una declaración partidista de una ruptura histórica por unos comunistas que la vivieron y que les obligó a lidiar con dicha ruptura como un problema real.
Si, por tanto, en lo que sigue, criticamos algunas de las categorías fundamentales de la periodización de TC, no lo hacemos con el fin de negar que los cambios que TC identifica con estas categorías se produjeran realmente. Para nosotros —al igual que para TC— la reproducción de la relación de clase capitalista es algo que ha cambiado con el tiempo, y el carácter de las luchas ha cambiado con el. Difícilmente podemos dudar de que el movimiento proletario pasó por una etapa programática, etapa que hoy en día ha dejado de existir, o que las luchas de clase ya no sean portadoras del horizonte de un «mundo obrero». Identificar, más allá de esto, cómo ha cambiado exactamente la reproducción es una tarea que no se puede realizar solo a través del despliegue de diferentes categorías, o cambiando un esquema abstracto por otro. Tenemos que permanecer atentos a los detalles del movimiento real de la historia, sin rehuir la necesidad de teorizar adecuadamente dicho movimiento.
Durante la década de 1970 —en plena ruptura histórica con la época programática de la lucha de clases— el concepto de «subsunción» apareció en el discurso marxista en el contexto de un retorno general a Marx, y a los borradores de El capital en particular. En un momento de ruptura, la necesidad de periodizar la historia de la relación de clase capitalista era evidente. Dado que la distinción entre la subsunción «formal» y «real» del trabajo bajo el capital —que era un aspecto destacado de textos de Marx que solo entonces empezaron a darse a conocer— parecía identificar algo importante en la profundización histórica de las relaciones capitalistas de producción, se constituyó en un punto de partida obvio para tales periodizaciones. Así, el concepto de la subsunción fue empleado no solo en la periodización de TC, sino también en las de Jacques Camatte y Antonio Negri, periodizaciones que por lo demás a menudo se solapan de manera significativa. Aquí vamos a examinar el concepto de subsunción y su empleo en estas periodizaciones, primero excavando en torno a las raíces filosóficas de este concepto y examinando el papel sistemático que desempeña en la obra de Marx, y a continuación poniendo de relieve algunos problemas que comporta su empleo como categoría histórica.
En su acepción más general, «subsunción» es un término filosófico o lógico bastante técnico que se refiere al ordenamiento de una masa de particulares bajo un universal. Como tales, algunas relaciones lógicas u ontológicas fundamentales pueden describirse como relaciones de subsunción: puede decirse que las ballenas o el concepto de «ballena», están subsumidas en la categoría «mamífero». En la filosofía idealista alemana (donde aparece en la obra de Kant, Schelling, y en ocasiones en la de Hegel) el término se utiliza a menudo en un sentido más dinámico para indicar un proceso mediante el cual se relacionan lo universal y lo particular. Es a partir de este hilo conductor que el concepto de la subsunción penetra en la obra de Marx.
Kant considera la relación entre lo «múltiple» y las «categorías del entendimiento» como una relación de subsunción1. Esta implica un proceso de abstracción a través del que se obtiene la verdad de lo múltiple. En términos de este proceso, la relación de subsunción tiene aquí alguna semejanza formal a la que Marx encuentra entre los valores de uso particulares y el dinero como equivalente universal: en ambos casos, un «particular» se pone en relación con algún «universal» externo al ser subsumido por el. La homología quizá vaya más allá: preocupado por el problema de cómo un concepto puro del entendimiento podría estar relacionado con las apariencias que subsume, Kant plantea el esquema trascendental como una «tercera cosa» que une los dos lados2, al igual que Marx postula el trabajo como la «tercera cosa» que permite comparar dos mercancías3.
Para Hegel, el proceso de subsunción y abstracción realizado por el entendimiento en Kant es problemático precisamente porque toma un universal abstraído por la verdad de los particulares que subsume, y por tanto transforma y oscurece la misma cosa que se supone que así conoce:
La subsunción bajo la especie altera lo que es inmediato. Nos despojamos de lo que es sensorial, y extraemos lo universal. La alteración en curso aquí la llamamos abstracción. Parece absurdo, si lo que se quiere es conocer los objetos externos, alterar estos objetos externos mediante nuestra propia actividad [abstractiva] sobre ellos. […] La alteración consiste en el hecho de separar lo que es singular o externo, y sostenemos que la verdad del objeto reside en lo universal en lugar de en lo que es singular o externo4.
Una relación de subsunción tiene algo de absurdo. Cuando el particular está subsumido bajo un universal, ese universal se presenta como la verdad de este particular; es más, es como si el particular se hubiera convertido en nada menos que una instancia del universal que lo subsume. Y no obstante, parece que debería sobrar algo en este proceso, pues el universal abstracto sigue siendo solo lo que era al principio, mientras que la particularidad que poseía el particular en oposición a lo universal ya ha sido abstraída por completo. La subsunción, por tanto, parece implicar una forma de dominación o de violencia hacia lo particular5.
Hegel, al parecer, quiere ver el movimiento del concepto menos como el proceso de abstracción de la subsunción de los particulares bajo un universal, en el que el universal se considera en última instancia como la verdad de una cosa, que como el hallazgo de un «universal concreto», presente ya en esos particulares, necesariamente mediador y mediado por su relación con esos particulares. En la lectura de Kant que hace Hegel, es la exterioridad de lo múltiple a las categorías puras del entendimiento lo que significa que el proceso de conocimiento debe ser un proceso de subsunción, ya que los particulares de alguna manera deben subordinados a las categorías. Que el mismo Hegel no describa el movimiento del concepto en términos de subsunción puede considerarse como un ejemplo de su intento de ir más allá de la bifurcación epistemológica que caracteriza a la perspectiva de la «reflexión» con la que a menudo identifica la filosofía de Kant, y con la que Lukács acabaría identificando el pensamiento burgués per se6.
En la Filosofía del Derecho sin embargo, Hegel describe una relación que implica una subsunción de lo particular bajo lo universal tan exterior como la de lo múltiple bajo las categorías en la concepción de Kant, y de hecho, esta relación es una relación de dominación política bastante llana. Se trata de la relación entre la «universalidad» de la decisión del soberano y la «particularidad» de la sociedad civil. En este caso, en lugar de esforzarse por presentar la decisión del soberano como un universal concreto ya inmanente en los particulares, Hegel la presenta como un universal abstracto y externo al que los particulares han de ser subordinados por el poder ejecutivo por medio de la policía y el poder judicial:
La ejecución y aplicación de las decisiones del soberano, y en general la aplicación continuada y el mantenimiento de decisiones anteriores […] son dferencian de las propias decisiones. Esta tarea de subsunción, en general, pertenece al poder ejecutivo, que también incluye a los poderes de la judicatura y la policía, que tienen una referencia más inmediata con los asuntos particulares de la sociedad civil, y que afirman el interés universal dentro de estos extremos [particulares]7.
Podríamos inferir, a partir de su utilización de una categoría que parece asociarse con una relación problemática y externa, que Hegel está siendo crítico con la relación entre el soberano y la sociedad civil, pero no está nada claro que sea ese el caso. Es más, para el joven Marx, como para muchos otros, la Filosofía del Derecho representa el momento más conservador de la obra de Hegel, donde este otorga a la dominación política el visto bueno de la filosofía especulativa. En la Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Marx critica el uso que hace Hegel del concepto de subsunción como la imputación de una categoría filosófica a procesos sociales objetivos:
La única declaración filosófica que Hegel hace sobre el ejecutivo es que «subsume» lo individuo y lo particular bajo general, etc.Hegel se conforma con esto. Por un lado, la categoría de «subsunción» de lo particular, etc. Esto tiene que ser concretado. Luego toma cualquiera de las formas empíricas de la existencia del Estado prusiano o moderno (tal cual es), cualquier cosa que concrete esta categoría, entre otras, a pesar de que esta categoría no exprese su carácter específico. La matemática aplicada también es subsunción, etc. Hegel no pregunta «¿Es este el modo racional y adecuado de subsunción?» Solo toma una categoría y se conforma con encontrar un existente que corresponda a ella. Hegel da a su Lógica un cuerpo político; lo que no da es la lógica del cuerpo político8.
La ironía en este caso es que es precisamente un uso semejante de esta categoría el que el propio Marx acaba desarrollando. A partir del borrador 1861-1863 de El capital en adelante, la subsunción es para Marx subsunción de las particularidades del proceso de trabajo bajo la universalidad abstracta del proceso de valorización del capital9. La categoría abstracta, al parecer, realmente encuentra para sí un cuerpo. La crítica de Marx a la filosofía idealista alemana resulta así análoga a su crítica del capital. Sin embargo, ahora el error no está de parte del filósofo especulativo, pues reside más bien en las propias relaciones sociales capitalistas. El universal abstracto —el valor— cuya existencia postula la abstracción del intercambio, adquiere una existencia real en relación con los trabajos particulares concretos subsumidos por el. La existencia real de las abstracciones, que adquieren la capacidad de subsumir el mundo concreto de la producción —y se postulan a sí mismas como la verdad de este mundo— es para Marx nada menos que una realidad pervertida, encantada y ontológicamente invertida El absurdo y la violencia que Hegel percibe en una relación de subsunción no solo se aplica al propio sistema de Hegel, sino también a las relaciones sociales de la sociedad capitalista10.
Para Marx, el proceso de producción del capital solo puede darse sobre la base de la subsunción del proceso de trabajo bajo el proceso de valorización del capital. A fin de acumular plusvalía, y por tanto para valorizarse como capital, el capital debe subordinar el proceso de trabajo a sus propios fines y, al hacerlo, lo transforma. Las raíces idealistas alemanas del concepto de subsunción son evidentes en la forma en que Marx conceptualiza este proceso: lo particular está subordinado a lo universal abstracto, y por tanto transformado u ocultado. La distinción entre subsunción formal y real identifica la distinción implícita entre dos momentos que tenemos aquí: el capital debe subordinar el proceso de trabajo a su proceso de valorización — debe subsumirlo formalmente— para poder rehacer el proceso a su propia imagen, o subsumirlo realmente.
En Resultados del proceso de producción inmediato11 (Resultados de aquí en adelante) Marx asocia las categorías de subsunción formal y real muy estrechamente a las de plusvalía absoluta y relativa12. Podemos identificar más concretamente lo que distingue la subsunción real de la subsunción formal en términos de estas dos categorías.
La subsunción formal sigue siendo meramente formal precisamente en el sentido de que no implica la transformación de un proceso de trabajo determinado por parte del capital, sino simplemente que tome posesión de el. El capital puede extraer plusvalía del proceso de trabajo simplemente tal como viene dado —con su productividad dada del trabajo— pero solo puede hacerlo en la medida en que puede ampliar la jornada social de trabajo más allá del tiempo que tiene que invertirse en el trabajo necesario. Es por esta razón que por sí sola la subsunción formal solo podía producir plusvalía absoluta: el carácter absoluto de la plusvalía absoluta reside en el hecho de que su extracción implica una ampliación absoluta de la jornada de trabajo social: se trata de una simple cantidad más allá de lo socialmente necesario para que los trabajadores se reproduzcan13.
La subsunción del proceso de trabajo en el marco del proceso de valorización del capital se convierte en «real» en la medida en que el capital no se limita a mantener el proceso de trabajo como viene dado, sino que da un paso más allá de la posesión formal de ese proceso para transformarlo a su propia imagen. A través de innovaciones tecnológicas y otras alteraciones del proceso de trabajo, el capital es capaz de aumentar la productividad del trabajo. Puesto que una productividad más elevada significa se requiere menos trabajo para producir los bienes que consume la clase obrera, el capital reduce así la parte de la jornada social de trabajo dedicada al trabajo necesario y aumenta concomitantemente la parte dedicada al trabajo excedente. La relatividad de la plusvalía relativa radica en el hecho de que la parte excedente de la jornada social de trabajo puede por tanto ser excedente en relación con una parte necesaria decreciente, lo que significa que el capital puede valorizarse sobre la base de una longitud dada de la jornada social de trabajo, o incluso sobre la base de una que disminuya en términos de extensión absoluta14. La producción de plusvalía relativa, y la subsunción real a través de la cual tiene lugar, son impulsados por la competencia entre capitales: los capitalistas individuales son espoleados a tomar la iniciativa por el hecho de que, si bien el valor de las mercancías está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas, si introducen innovaciones tecnológicas que aumentan la productividad del trabajo, podrán vender productos a un precio superior a su «valor individual15».
A pesar de su empleo por parte de Marx en estrecha asociación con categorías sistemáticas como plusvalía absoluta y relativa, y su procedencia filosófica abstracta, hay al menos dos sentidos en los que podemos considerar que las categorías de la subsunción formal y la subsunción real tienen una significación «histórica». En primer lugar, como la simple toma de posesión por parte del capital del proceso de trabajo, la subsunción formal del trabajo bajo el capital puede ser entendida como la transición hacia el modo de producción capitalista: es la subsunción en el capital de «una modalidad laboral desarrollada ya antes de que surgiera la relación capitalista16». Marx describe la transformación de las formas de producción esclavistas, campesinas, gremiales y artesanas en producción capitalista —a medida que los productores asociados a estas formas fueron transformados en obreros asalariados— como un proceso de subsunción formal. La subsunción real solo puede tener lugar históricamente sobre la base de esta subsunción formal: la subsunción formal del trabajo bajo el capital es tanto un requisito lógico/sistemático como histórico para la subsunción real.
En segundo lugar, la subsunción real tiene una direccionalidad histórica, ya que implica un proceso de revolución en el proceso de trabajo mediante transformaciones materiales y tecnológicas que aumentan la productividad del trabajo. A partir de estos incrementos de productividad se suceden transformaciones más amplias en el carácter de la sociedad en conjunto, y en las relaciones de producción entre trabajadores y capitalistas en particular. La subsunción real, como modificación del proceso de trabajo de acuerdo con pautas específicamente capitalistas, queda ejemplificada en el desarrollo histórico de las fuerzas productivas del trabajo social como fuerzas productivas del capital. Esto ocurre a través de la cooperación, la división del trabajo y la manufactura, la maquinaria y la industria a gran escala, que Marx analiza bajo el epígrafe «La producción de plusvalía relativa» en el primer volumen de El capital.
Es por esto que las categorías de subsunción formal y real pueden parecer apropiadas para la periodización de la historia capitalista. Hay, sin duda, una cierta verosimilitud en la esquematización general de la historia del capitalismo en términos de categorías que identifican una primera toma de posesión extensiva del proceso de trabajo por parte del capital, y un posterior desarrollo intensivo de ese proceso en virtud de un desarrollo capitalista dinámico, pues a un nivel abstracto es absolutamente fundamental para el capital que estos dos momentos se den. Semejante empleo de estas categorías también posee la aparente virtud de atenerse al núcleo del análisis sistemática de las relaciones capitalistas de valor por parte de Marx a la vez que capta los momentos clave de su existencia histórica: parecen sugerir la posibilidad de unificar el sistema y la historia. Es, sin duda, por algunos —si no todos— estos motivos por los que tanto TC como Camatte y Negri formularon periodizaciones de la historia capitalista orientadas en torno al concepto de subsunción.
En el curso de una interpretación de los Resultados, Jacques Camatte esboza una periodización abstracta de la historia del capitalismo sobre la base de la subsunción formal y real del trabajo bajo el capital. Para Camatte, lo que distingue a la etapa de la subsunción real de la de la subsunción formal es que bajo la subsunción real, los medios de producción se convierten en medios de extracción de trabajo excedente, el «elemento esencial» en este proceso es el capital fijo17. El período de la subsunción real se caracteriza por la aplicación de la ciencia al proceso de producción inmediato, de tal manera que «los medios de producción se convierten en meras sanguijuelas que extraen la máxima cantidad de trabajo vivo posible18». Así, para Camatte la subsunción real del trabajo bajo el capital se caracteriza por una inversión: la subsunción real es la etapa en la que los trabajadores son explotados por los propios medios de producción.
Sin embargo, Camatte va más allá cuando habla de una «subsunción total del trabajo bajo el capital» en la que el capital ejerce un dominio absoluto sobre la sociedad, y de hecho tiende a convertirse en la sociedad19. Este período se caracteriza por «el devenir del capital como totalidad», en la que el capital se erige en una «comunidad material» que ocupa el lugar de una verdadera comunidad humana20. Es como si el capital hubiera llegado a envolver el ser social de la humanidad en su totalidad, como si la subsunción hubiera tenido tal éxito que el capital puede ahora hacerse pasar no solo por la «verdad» del proceso de trabajo, sino por la de la sociedad humana como un todo. Es fácil ver en esta teoría de la subsunción total y de la «comunidad material» la lógica que impulsaría a Camatte hacia una política que implicaba poco más que la afirmación abstracta de alguna comunidad verdaderamente humana frente a una totalidad capitalista monolítica y la necesidad de «dejar este mundo21».
Camatte no es el único teórico que ha descrito la última fase del desarrollo capitalista en términos de un cierto tipo de consumación de la subsunción capitalista; de hecho, se trata de un denominador común entre tradiciones marxistas divergentes. A pesar de que no utiliza el término «subsunción» como tal, en la refundición marxista que hace Jameson del concepto de posmodernidad, «esos mismo enclaves precapitalistas (la naturaleza y el inconsciente), que ofrecían puntos de apoyo extraterritoriales y arquimédicos para la efectividad crítica» están colonizados, y el individuo está sumergido en la lógica omnipresente de una cultura capitalista22. Al igual que sucede en el caso de Camatte, es como si el éxito mismo de una especie de subsunción capitalista significa que ya no podemos entender aquello que subsume como una imposición externa. Bajo la forma de la tesis de la «fábrica social», Tronti presenta una concepción de esta época histórica como la de un tipo de subsunción consumada, pero —con el optimismo obrerista habitual— la entiende como la consecuencia de la creatividad y la resistencia esenciales de la clase obrera. En el momento de su victoria total, en el que el capital social ha llegado a dominar el conjunto de la sociedad, el capital se ve obligado por la resistencia de la clase trabajadora a llevar su dominio más allá de los muros de la fábrica y extenderlo a toda la sociedad. Haciéndose eco de la tesis de la fábrica social de Tronti, Negri describe una «subsunción total de la sociedad» en el período que comenzó a partir de 196823. Esto, argumenta Negri, supone el «fin de la centralidad de la clase obrera fabril como lugar de surgimiento de la subjetividad revolucionaria24». En este período, el proceso de producción capitalista ha alcanzado un grado de desarrollo tan alto como para abarcar hasta la menor fracción de la producción social. La producción capitalista no se limita a la esfera de la producción industrial, sino que es difusa, y se produce en la sociedad en su conjunto. El modo de producción contemporáneo «es esta subsunción25».
A pesar de que con frecuencia emplea las categorías de subsunción históricamente, Negri advierte en contra de «constituir una historia natural de la subsunción progresiva del trabajo bajo el capital e ilustrar la forma-valor en el […] proceso de perfeccionamiento de sus mecanismos26». Pretendiendo realizar al parecer un «giro copernicano» autonomista en el seno de la periodización de la subsunción, Negri describe composiciones de clase específicas y modelos de impugnación correspondientes a cada etapa de la historia capitalista. A la primera fase de la gran industria corresponde la fase «apropiativa» del movimiento obrero (1848-1914) y el «obrero profesional» o «trabajador cualificado», a la segunda fase corresponde la «fase alternativa del movimiento revolucionario» (1917-1968) y una composición de clase basado en la hegemonía del «obrero masa» y, por último, a la fase actual del desarrollo capitalista corresponde al «obrero social» (operaio social) y el modelo «constituyente» de «autovalorización proletaria». De forma parecida, para TC las etapas de una historia de la subsunción no solo identifican la historia del propio capital, sino también la de ciclos específicos de lucha. Ahora bien, en lugar de ser el resultado de un «giro copernicano» hacia la positividad de la clase obrera, para TC eso se debe a que las categorías de la subsunción periodizan el desarrollo de la relación entre capital y proletariado.
TC sigue a Marx al establecer una relación entre las categorías de subsunción formal y real y las de plusvalía absoluta y relativa. La clave de la periodización histórica de TC reside en su interpretación de esta interrelación sistemática de las categorías. Para TC, la plusvalía absoluta y relativa son determinaciones conceptuales del capital, y la subsunción formal y real son configuraciones históricas del capital. Así, mientras la subsunción formal del trabajo bajo el capital tiene lugar sobre la base de la plusvalía absoluta, plusvalía relativa es a la vez el principio fundador y la dinámica de la subsunción real; es «el principio que dota de estructura y, a continuación derroca la primera fase de [la subsunción real27]». Así, la plusvalía relativa es a la vez el principio que unifica las dos fases en que TC divide la subsunción real, y el que permite explicar la transformación de la subsunción real (y su consiguiente división en fases): «la subsunción real tiene una historia, porque contiene un principio dinámico que la constituye, hace que evolucione, plantea ciertas formas del proceso de valorización o de circulación como trabas y las transforma28».
TC plantea una distinción conceptual entre subsunción formal y subsunción real en términos de su extensión: la subsunción formal solo afecta al proceso de trabajo inmediato, mientras que la subsunción real se extiende más allá de la esfera de la producción a la sociedad en su conjunto, al igual que en el caso de Camatte y Negri. Por tanto, la subsunción formal de TC corresponde a la configuración del capital basada en la extracción de plusvalía absoluta, que se limita por definición al proceso de trabajo inmediato: el capital se apodera de un proceso de trabajo existente y lo intensifica o prolonga la jornada laboral. Sin embargo, la relación entre subsunción real y plusvalía relativa es más compleja. El aumento de la productividad del trabajo que resulta de las transformaciones del proceso de trabajo solo puede aumentar la plusvalía relativa en la medida en que este aumento de la productividad reduce el valor de las mercancías que forman parte del consumo de la clase obrera. Como tal, la subsunción real convierte la reproducción del proletariado en un factor de la reproducción del capital, en la medida en que el salario se convierte en una variable afectada por la productividad del trabajo en las industrias que producen bienes salariales. La subsunción real, pues, establece una interrelación sistemática e histórica entre la reproducción del proletariado y la reproducción del capital:
La extracción de plusvalía relativa afecta a todas las combinaciones sociales, desde el proceso de trabajo a las formas políticas de representación de los trabajadores, pasando por la integración de la reproducción de la fuerza de trabajo en el ciclo del capital, el papel del sistema de crédito, la constitución de un mercado mundial específicamente capitalista…, la subordinación de la ciencia… la subsunción real es una transformación de la sociedad y no solo del proceso de trabajo29.
La reproducción del proletariado y la reproducción del capital se entrelazan cada vez más a través de la subsunción real; esta integra los dos circuitos (el de la reproducción de la fuerza de trabajo y el de la reproducción del capital) como auto-reproducción (y auto-presuposición) de la propia relación de clase. Así, TC define la subsunción real del trabajo bajo el capital como «el capital convirtiéndose en sociedad capitalista, es decir, creando los presupuestos de su evolución y de la de sus órganos30».
El criterio para el predominio de la subsunción real, —definida a su vez en términos de transformaciones del proceso de trabajo—debe buscarse por tanto fuera del proceso de trabajo, en las modalidades (tanto políticas como socioeconómicas) de la reproducción de la fuerza de trabajo que la acompañan, que en cierta medida están determinadas por las transformaciones materiales realizadas en el proceso de trabajo. Entre los ejemplos de estas modalidades pueden incluirse los sistemas de seguridad social, la «invención de la categoría de los desempleados» y la importancia del sindicalismo. Todos ellos ayudan a «asegurar (y confirmar) que la fuerza de trabajo ya no tenga ninguna posible “escapatoria” de su intercambio con el capital en el marco del proceso de trabajo específicamente capitalista». Son estas modalidades de la reproducción de la fuerza de trabajo las que quedaron fundamentalmente modificadas por la reestructuración de la relación de clase capitalista que comenzó durante la década de 1970. Y es sobre esta base que TC sostiene que «las grandes fases de la transformación a nivel de las modalidades de reproducción general del proletariado» deben servir como «criterios para la periodización de la subsunción real31».
La periodización de TC corresponde estrechamente a la propuesta por Negri. Para TC, la fase de la subsunción formal del trabajo bajo el capital, hasta el cambio de siglo o en torno a la Primera Guerra Mundial, se caracteriza por la relación positiva del proletariado consigo mismo como polo de la relación de clase. En este período el proletariado se afirma como la clase del trabajo productivo frente al capital, que es una «restricción externa de la cual el proletariado tiene que liberarse32». La autoafirmación proletaria jamás puede engendrar la autonegación del proletariado y la negación del capital; por tanto —en esta etapa— la revolución comunista era imposible, o más bien la revolución comunista como afirmación/emancipación del trabajo llevaba en su seno la contrarrevolución. El período de transición al comunismo demostró no ser otra cosa que la reanudación de la acumulación capitalista, y fue determinado como tal por la propia configuración de la relación de clase y el movimiento (contra)revolucionario que esta configuración de la relación de clase produjo.
En la posterior «primera fase de la subsunción real del trabajo bajo el capital» (desde la Primera Guerra Mundial hasta el final de la década de 1960), la relación entre el capital y el proletariado se vuelve cada vez más interna, hasta el punto de que «la afirmación autónoma de la clase entra en contradicción con su empoderamiento dentro del capitalismo, en la medida en que este es cada vez más el automovimiento de la reproducción del propio capital33». En la transición de la subsunción formal a la subsunción real, la relación de clase experimenta una transformación cualitativa, en el sentido de que la reproducción del proletariado está ahora cada vez más integrada en el circuito de reproducción del capital, a través de determinadas mediaciones. Estas incluyen las formas institucionales del movimiento obrero, los sindicatos, la negociación colectiva y los pactos de productividad, el keynesianismo y el Estado de Bienestar, la división geopolítica del mercado mundial en áreas nacionales específicas de acumulación, y —a un nivel superior— en zonas de acumulación (Este y Oeste).
La subsunción formal y la primera fase de la subsunción real del trabajo bajo el capital se caracterizan por la autoafirmación programática del proletariado; la primera fase de la subsunción real resulta ser cada vez más, sin embargo, la «descomposición» de esta autoafirmación programática proletaria a pesar de que el proletariado es cada vez más poderoso dentro de la relación de clase. Con la reestructuración capitalista posterior a 1968-1973 —que debe entenderse como una reestructuración de la relación entre el capital y el proletariado— todas estas mediaciones son disueltas, o al menos esa es la tendencia. El nuevo período de la «segunda fase de la subsunción real del trabajo bajo el capital» se caracteriza por una relación más inmediatamente interna entre capital y proletariado, y la contradicción entre ambos se sitúa inmediatamente a nivel de su reproducción como clases. La autoafirmación programática proletaria está ahora muerta y enterrada, y no obstante, el antagonismo de clases es tan agudo como nunca. La única perspectiva revolucionaria que ofrece el ciclo de luchas actual es el de la autonegación del proletariado y la abolición concomitante de capital mediante la comunización de las relaciones entre individuos.
Las periodizaciones propuestas por Camatte, Negri y TC tienen una relevancia que va más allá del proceso de producción inmediato. Camatte y Negri sostienen que la subsunción real se extiende a la sociedad, y para TC, podría decirse que la subsunción formal y real caracterizan la relación fundamental entre capital y trabajo en un sentido que no reducible al proceso de producción inmediato. Puede parecer que hay cierta base en Marx para semejante uso de estas categorías, ya que Marx se refiere a transformaciones en la relación social real entre capitalista y trabajador —más allá de la producción— que surgen con o como resultado de la subsunción real:
Con la subsunción real del trabajo en el capital se efectúa una revolución total en el modo de producción mismo, en la productividad del trabajo, y en la relación —dentro de la producción—entre el capitalista y el obrero, así como en la relación social entre ellos34.
Es evidente que, con la constante revolución en la producción que se da en la subsunción real, el mundo situado más allá del proceso de producción inmediato queda el mismo transformado de forma espectacular. Aquí el matiz importante, sin embargo, es que estas transformaciones se producen con —o como resultado de— la subsunción real del proceso de trabajo en el marco del proceso de valorización: no constituyen necesariamente un aspecto de la propia subsunción real, ni tampoco la definen, y, de hecho podrían considerarse como meros efectos de la subsunción real. A pesar de que cambios masivamente relevantes de a la sociedad en conjunto —y en la relación entre el capitalista y el trabajador— pueden surgir de la subsunción real del proceso de trabajo en el capital, de eso no se deduce que estos cambios puedan teorizarse en términos de los conceptos de la subsunción.
Como hemos visto, la subsunción tiene un carácter específicamente ontológico. La violencia ejercida por una categoría de la subsunción reside en el hecho de que es capaz de hacerse pasar por la verdad de la cosa misma que subsume, de transformar ese particular en una mera instancia de un universal. Cuando el proceso de trabajo está subsumido por el proceso de valorización, se convierte en el proceso de producción inmediato del propio capital. Como sostiene Camatte:
Subsunción significa algo más que la mera sumisión. Subsumieren significa en realidad «incluir en algo», «subordinar», «implicar», de modo que parece que Marx quería indicar que el capital hace del trabajo su propia sustancia, que el capital incorpora el trabajo dentro de sí y lo convierte en capital35.
El proceso de trabajo, tanto en la subsunción formal como en la subsunción real es el proceso de producción inmediato del capital. Nada comparable se puede decir de todo lo que se encuentra más allá del proceso de producción, pues el capital solo reclama directamente como propia la producción. Si bien es cierto que el proceso de valorización del capital en su totalidad es la unidad de los procesos de producción y de circulación, y a pesar de que el capital provoca transformaciones en el mundo situado más allá de su propio proceso de producción inmediato, por definición estas transformaciones no pueden ser captadas en los mismos términos que las que ocurren dentro de ese proceso como consecuencia de la subsunción real. Nada exterior al proceso de producción inmediato se convierte realmente en capital ni, en sentido estricto, se encuentra subsumido bajo el capital.
Incluso si aceptáramos la noción de una extensión de la subsunción real más allá del proceso de producción inmediato, la viabilidad de la subsunción como categoría para la periodización es dudosa. Dado que la subsunción formal es un requisito previo lógico de la subsunción real, además de histórico, no caracteriza solo a una época histórica, sino a la totalidad de la historia capitalista. Además, según Marx, a pesar de la subsunción formal pueda preceder a la subsunción real, la subsunción real en una rama también puede ser la base de una subsunción formal ulterior en otras áreas. Si las categorías de subsunción son aplicables a la historia en absoluto, solo pueden serlo de un modo «no lineal»: no se pueden aplicar de manera simplista o unidireccional a la evolución histórica de la relación de clase. Si bien podría decirse plausiblemente que a nivel de la totalidad, en cualquier etapa dada del desarrollo de esta relación, el proceso de trabajo está «más» o «menos» subsumido realmente en el proceso de valorización que en cualquier otro momento, esta solo puede ser una afirmación débil y ambigua, y difícilmente puede constituir una base sistemática para ninguna explicación de la evolución histórica real.
El trabajo de ciertos teóricos del área de la teoría de la forma-valor o de la dialéctica sistemática, como Patrick Murray y Chris Arthur, pone todavía más en entredicho una periodización semejante. Para Arthur, pese a que la subsunción formal pueda muy bien preceder a la subsunción real temporalmente en el caso de un capital dado, la subsunción real es inherente al concepto de capital desde el principio36. Si la subsunción real es siempre algo implícito que solo se actualiza en el transcurso de la historia capitalista, entonces eso socavaría aún más todo intento de delimitación de un período específico de la subsunción real. Murray sostiene que los términos «subsunción formal» y «subsunción real» se refieren ante todo a conceptos de subsunción, y solo en segundo lugar —si acaso— a etapas históricas. Según Murray, Marx considera la posibilidad de una etapa histórica específica de subsunción meramente formal, pero no encuentra indicios de la existencia de ninguna37.
Si la subsunción no se puede aplicar con rigor a épocas históricas per se, ni a nada que esté situado más allá del proceso de producción inmediato, debemos concluir que en última instancia no es una categoría viable para la periodización de la historia capitalista. Necesitamos otras categorías con las que captar el desarrollo de la totalidad de la relación de clase capitalista, y de una manera que no se limite solo al proceso de producción. Ahora bien, lo que está en juego es mucho más que la posesión del conjunto correcto de categorías. Que tantas periodizaciones, al margen de su marco categorial, converjan en torno a las mismas fechas38 —reconociendo, en particular, que alguna ruptura fundamental tuvo lugar entre finales de la década de 1960 y mediados de la de 1970— es un indicio poderoso de que en la periodización hay algo más que una proliferación afásica de términos, fases y constelaciones arbitrarias de datos. Estas periodizaciones —y en particular la de TC— son convincentes porque nos dicen algo plausible sobre el carácter de la relación de clase tal como existe hoy en día. Sin embargo, y por supuesto, los marcos categoriales no son neutros, y una categoría fundamental problemática tendrá consecuencias para el resto de una teoría.
La fase de la subsunción formal de TC tiene mucho en común con el concepto de la Escuela de la Regulación de una fase de acumulación extensiva, y de hecho ambas localizan una transición a partir de esas fases respectivas en torno a la Primera Guerra Mundial. Para TC la subsunción real solo comienza entonces, porque es entonces cuando el aumento de la productividad del trabajo comienza a abaratar los bienes de consumo y por tanto a implicar mutuamente la reproducción de la clase obrera y del capital. De manera semejante para los regulacionistas, antes del desarrollo del consumo de masas propiamente dicho, la acumulación ha de ser fundamentalmente extensiva. En ambos casos, se considera que antes del pleno desarrollo del «modo de producción específicamente capitalista» y el desplazamiento del eje de este hacia la plusvalía relativa hubo un período basado fundamentalmente en la extracción de plusvalía absoluta. No obstante, esta noción de un período de acumulación extensiva presenta problemas significativos, como Brenner y Glick han sostenido convincentemente39. La producción capitalista tiende a convertir en mercancía y abaratar los bienes de consumo desde el principio, y la agricultura no es algo que se capitaliza de forma tardía, excepto tal vez en casos particulares como el de Francia, cuyo universo rural siguió dominado durante todo el siglo xix por los pequeños campesinos propietarios. Sería tentador suponer que el aparente «encaje» del caso francés en el concepto de una etapa histórica de subsunción formal es la base real para este aspecto de la periodización de TC. Pero de ser este el caso, la viabilidad de al menos este aspecto de la periodización para la historia de la relación de clase capitalista per se se vería gravemente comprometida.
Ahora bien, nuestras críticas de la historia de la subsunción de TC no tienen por qué llevarnos a rechazar en masa todo lo contiene la teoría de TC. Tendremos que reflexionar, por supuesto, acerca de las consecuencias, para esta teoría, de eliminar un concepto histórico de la subsunción. Pero es en el concepto de programatismo, y en el análisis del período posterior hasta llegar el presente donde se encuentra el corazón de la teoría. El concepto de programatismo identifica dimensiones importantes de la lucha de clases tal y como se dio durante gran parte del siglo xx, y por tanto nos ayuda a comprender la forma en que el mundo ha cambiado. Tal vez debido a este reconocimiento de la ruptura, TC no ha rehuido enfrentarse con los ojos abiertos al carácter de las luchas de hoy, o de seguir planteando la pregunta fundamental de la teoría comunista:
¿Cómo puede el proletariado, actuando estrictamente como una clase de este modo de producción en su contradicción con el capital en el seno del modo de producción capitalista, abolir las clases, y por tanto abolirse a sí mismo, es decir, producir el comunismo40?(trad. F. Corriente)
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